Carballo es un sitio ideal para vivir

octubre 19, 2009 by  
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Silvia podría jurar sin problema aquello que a veces se enfatiza para marcar con humor la gheada, lo de soy de Lugo y no lo niego. Ni lo niega ni podría: su vida se reparte entre esta provincia, A Coruña y Carballo, donde está su vida, y donde asegura sentirse muy feliz.

Lo de Lugo tiene su historia. Empezando por el apellido Crende. Hay poco más de 200 en toda Galicia, y la mitad ya están en la capital lucense. El único de Carballo es el suyo. Lo hereda de sus abuelos, porque los cuatro eran lugueses. Uno de ellos, que trabajaba en Telefónica, decidió un buen día que Carballo era un gran lugar para estabilizarse y así lo hizo. Su padre y su madre, no obstante, sí nacieron en Lugo. Y Silvia, en A Coruña, donde permaneció hasta los 22 años.

Es fácil imaginarse que iba mucho a la provincia vecina y a Carballo. Desde niña. Sus vacaciones, los fines de semana, etapas de la infancia discurrieron en la capital de Bergantiños. Todo era un ir y venir. Hasta el 98, cuando se casó. Y ya se quedó definitivamente con Francisco, y donde ha tenido a su hija María, de nueve años.

«Me tira mucho Carballo desde jovencita, venía siempre a ver a los abuelos, soñaba con Carballo, me siento muy carballesa».

Por esta vía va la elección de su rincón favorito, que no es otro que su casa, el salón principal. Es una casa con cierta antigüedad, construida por su abuelo «con mucho esfuerzo. Soñaba con venir a ella, me sentía muy en paz conmigo misma. Carballo era para mí una liberación, podía jugar en la calle, algo que en A Coruña me era imposible». Dice que le encantaba, y que aún lo hace. «Fui y soy feliz en Carballo. Y en esta casa, que siempre quise tener». Se ha encargado de parte de la decoración.

Todo lo anterior es, más o menos, su Carballo.

Silvia ya es muchas otras cosas. Por definir sus títulos, maestra de educación física, técnico sanitario y educadora en la guardería de Cabana. Su vocación de verdad, su vena, es la artística, que ha desarrollado en dos facetas. El teatro, especialmente a través de la docencia, y la canción, como intérprete, solista y compositora.

En el teatro tiene ahora más de 200 alumnos repartidos en las escuelas municipales de Cabana y Malpica, además de la de la entidad Íntegro. Solo en Cabana ya tiene 14 grupos. Y su mañana se le va en su trabajo en la escuela infantil, así que tiene que aprovechar bien las horas. Por eso se levanta a las 6.30 (al menos le gusta madrugar) y no está de vuelta hasta las 20.30. Desde esa hora en adelante y los fines de semana es cuando aprovecha para disfrutar de su familia y, por supuesto, de su rincón.

Trabajo afortunado

Tampoco es que se agobie: «No. Me gusta trabajar, soy muy activa, me encanta estar aquí y allá. Sé que hay poca gente que trabaja en lo que le gusta, y soy afortunada por poder hacerlo».

Y luego está la música, un veneno que palpita en su piel ya desde los tres años, cuando ganó su primer premio de la canción. Empezó con la bandurria, siguió con la guitarra y después llegó la voz. «Canté mucho tiempo sola. En la época de la Universidad, por ejemplo, me iba lo de cantautora». Ahora le tira más el pop-rock y el folk. Ganó premios ya de adolescente, como aquel Festival de Bergantiños o el de Cambados. Y pasó una temporada larga con el grupo ALU (acrónimo de All Loved Up. No hace muchos años que tocaron en un San Xoán. Lograron el primer premio en un festival navarro. Cosecharon buenas críticas. Pero, más allá de algún contacto esporádico, el conjunto ya es historia. Tiene otro proyecto que se llama Barbur, pero lo que no tiene es tiempo. La vida va llevando a cada uno por otros caminos, y los ensayos y los conciertos son peajes más fáciles de pagar en la juventud (pese a que se podría jurar, como en el caso de Lugo, que los 39 años son aún una edad muy joven).

Canta a veces en actos sueltos. En el castro de Cabana, en O Couto. Nada serio. O mejor, sí muy serio, pero nada estable. Carballo, ya se ha dicho, le tira mucho, pero la música le tira arrebatadoramente . Si pudiera ser, le gustaría dedicarse a ella, pero las cosas son como son.

Y, de nuevo, Carballo, el suyo. Silvia se confiesa, a modo de colofón. «En esta etapa de mi vida soy feliz. Vivo donde quiero, en el sitio que quiero, trabajo en lo que me gusta, estoy en la casa de la que parten mis raíces. Carballo a mí me lo ha dado todo, mi marido, la gente a la que quiero, mis amigos, aquí nació mi hija. No tengo ninguna duda de que este es mi lugar». No solo por lo personal, que, por supuesto, influye: «Carballo es un sitio ideal para vivir, por el sitio y por la gente.

Pero, ojo, hay vida más allá de Paiosaco: «Que quede claro que también me gusta mucho A Coruña», ciudad en la que se fue desarrollando su infancia y juventud. Y, vinculada como está a Cabana y a Malpica, no quiere olvidarse de la Costa da Morte. «Si pudiera elegir otro rincón, Cabana estaría entre ellos. No solo porque pasé allí casi todo el día, dando clase por la mañana y por la tarde. Es por el lugar, el mar, el paseo, las vistas. Es un sitio que me dice mucho, igual que me ocurre en Malpica. Hay algo en el ambiente».

Lo aprecia, sobre todo, al comparar: «Yo he veraneado en Miño, pero al contrario de lo que me pasa aquí, aquel es un lugar que no me dice nada. De la Costa da Morte me gusta esa intensidad, la bravura del mar. Y la gente, su forma de ser, su naturalidad».

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